Repensar las enfermedades infecciosas para el siglo XXI.

Cuando aparecieron las primitivas sociedades densas se crearon condiciones para la transmisión de enfermedades de un hombre a otro. El sarampión, la viruela, el SIDA y los coronavirus, son regalos de los animales. Cuando los pueblos nativos entraron en contacto con la viruela, murieron grandes proporciones. 
 Las enfermedades infecciosas son motivo de gran sufrimiento.

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Un hombre con mascarilla reza en una iglesia de Caracas, Venezuela. MATIAS DELACROIX/ AP

Hoy, estamos afligidos originalmente por un virus salido de la garganta de un murciélago que ha llegado hasta nosotros y, pese al desarrollo tecnológico alcanzado, no hemos podido evitar esta catástrofe que amenaza nuestras vidas.

La mayoría de las enfermedades infecciosas no son nuevas. Los coronavirus son conocidos desde hace más de 50 años. En solo 20 años los coronavirus, de ser un insignificante resfriado, han asaltado al hombre en tres ocasiones provocando dos epidemias y una pandemia de gran magnitud.

El comercio, las relaciones internacionales, la explotación de la naturaleza o cómo se estructuran los sistemas de salud, tienen cierto impacto en el desarrollo de las enfermedades infecciosas. La globalización ha tenido efectos beneficiosos sobre la salud en muchos países aunque con desigualdades regionales. También, el intercambio de conocimientos, tecnología y los avances en la industria farmacéutica han mejorado la salud en ciertos lugares.

El futuro de la salud del planeta está relacionado con la economía transnacional y los cambios sociopolíticos y tecnológicos que están ocurriendo.

Se han creado ecosistemas donde ignotos virus animales evolucionan, intercambian genes, saltan de especie en especie buscando nuevos hospedadores donde extender su ciclo vital. A veces, el azar o la necesidad los hace juntarse con nosotros.

La superpoblación, la pobreza rampante en gigantescas zonas del mundo, la forma en que producimos los alimentos, como tratamos  el  medio ambiente, parecen augurar un futuro incierto. En nosotros está impedirlo.


FUENTE: EL PAÍS DIGITAL. Manuel L. Fernández Guerrero. 11 de abril de 2020.

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