Dispersión de malas hiervas gracias a las gaviotas.
Un estudio de la Estación Biológica de Doñana ha desarrollado un modelo de dispersión de semillas basado en el movimiento de gaviotas monitorizadas por GPS que se alimentaban de los arrozales situados en Doñana.
Las aves pueden tener una gran importancia en la expansión de malas hierbas. Las semillas pueden ser ingeridas y luego expulsadas en otros lugares, después de pasar por el tracto digestivo, por lo que estos animales pueden convertirse en los principales dispersores de malas hierbas, junto con los seres humanos, provocando grandes costes económicos a la agricultura.Esta dispersión también puede ocasionar graves problemas ecológicos: algunas de estas malas hierbas son introducidas y pueden poner en peligro la biodiversidad de la flora local en entornos naturales.
«Hasta ahora, los estudios sobre este problema se han centrado, sobre todo, en investigar el papel de las aves frugívoras, es decir, las que se alimentan de frutos carnosos, infravalorando el potencial de las aves acuáticas para dispersar semillas. Sólo en estos últimos años se ha empezado a dar más importancia», explica el doctor Víctor Martín Vélez, de la Estación Biológica de Doñana que ha estudiado los procesos de transporte de semillas, nutrientes y contaminantes por gaviotas en Andalucía, bajo la dirección de Andy J. Green y la Dr. Marta I. Sánchez.
En el estudio publicado en British Ecological Society, la EBD-CSIC ha investigado cómo las aves acuáticas pueden estar afectando a la expansión de malas hierbas por distintos hábitats. Anteriormente, no se pensaba que aquellas que carecen de frutos carnosos y presentan semillas muy pequeñas podían dispersarse a través de los pájaros.
En concreto, el estudio se centrado en las gaviotas sombrías, una especie que está experimentando un gran aumento de población en hábitats humanos por todo el mundo y que, en invierno abunda en tierras interiores en el sur de Europa.
¿Qué ocurre con el 8 % restante de las semillas?
La gran movilidad de las gaviotas entre diferentes lugares en Andalucía provocaba que, no sólo se depositaran semillas dentro de los arrozales, sino también fuera de él. Se estimó que el resto de semillas fueron dispersadas en otros hábitats situados a una distancia máxima que superó los 150 km.
De ellas, el 42 % también alcanzaron ambientes húmedos adecuados para su germinación, como zonas de agricultura de regadío y humedales naturales protegidos como la Fuente de Piedra o Doñana. Hasta ahora, no se pensaba que estas malas hierbas se podrían dispersar a distancias que superaban los 100 m, excepto cuando eran trasladadas por humanos o su maquinaria.
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