La carrera por la creación de quimeras humanas

 En 1768, el artista Joseph Wright de Derby pintó una escena científica que recrea un experimento con un pájaro. Encerrada en una campana de cristal , el ave se enfrenta a la falta de oxígeno. Los rostros de los espectadores, iluminados por una vela, expresan distintas emociones: miedo, inquietud, interés o indiferencia. En el centro del lienzo, el maestro de ceremonias invita a reflexionar. ¿Debería continuar con la práctica? El cuadro expone el debate entre el saber y el bienestar del animal.

La técnica de edición genética CRISPR permite modificar el ADN a nuestro antojo, lo que plantea el desafío de erradicar enfermedades hereditarias, evitar la extinción de especies, controlar su evolución o incluso la nuestra. La biomedicina ofrece la posibilidad de crear embriones animales a los que inocular nuestras células madre para que una parte de nosotros crezca en su interior. La intención es generar órganos humanos dentro de cerdos, ratas o monos para pacientes que necesiten un trasplante.
Los estudios con quimeras, mezcla de varios animales, se han multiplicado en el último lustro. Ahora se producen en el laboratorio por clonación e ingeniería genética. No todos los centros están capacitados para desarrollarlas y no todos los países permiten hacerlo. Los resultados no tienen precedentes, por lo que los científicos y los expertos en bioética trabajan juntos en las normas que regulan el proceso.
El último caso de este mano a mano entre ciencia y ética se ha conocido a través de la revista Cell, cuando el grupo de investigación del español Juan Carlos Izpisúa en el Instituto Salk de La Jolla reveló en abril los resultados de su trabajo en China, la primera quimera humana criada en un embrión de macaco y mantenida con vida durante 20 días.


LA VENTAJA CON LA QUE CUENTA CHINA

Mientras los comités de bioética internacionales debaten las implicaciones morales de las quimeras, China la pone a punto. La desarrolla y se beneficia de un conocimiento que no está al alcance del resto, pues no podrán repetir en sus laboratorios. De ahí surgen muchas colaboraciones con este país, que, a diferencia del estricto protocolo seguido por Izpisúa, no actúan bajo el control de la bioética.
Apuesta por «cortar las relaciones con instituciones chinas que desarrollen investigaciones poco éticas, limitar el contacto con los investigadores involucrados y no publicar los resultados de la investigación no ética».
Ningún país quiere quedarse atrás en el avance científico al tiempo que revisan qué líneas no cruzar. En marzo de 2019, Japón adoptó nuevas pautas para la investigación con quimeras. Ahora permite prolongar el desarrollo de los embriones más allá de 14 días y permite la implantación del embrión en un útero. Preguntado por el nuevo trabajo de Izpisúa, Sawai se centra en la diferencia moral entre quimeras cerdo-humano y quimeras mono-humano. «La primera es aceptada en países como Japón y Reino Unido, mientras que la segunda es la que está en juego», menciona. «Se trata de un hecho biológico, de si los individuos quiméricos obtienen capacidad mental o 'humanidad'. Si la humanización biológica es un problema, la inclusión de células humanas en animales no es éticamente permisible».

HUMANIZAR ANIMALES, PARA CONSEGUIR 'CULTIVAR' ÓRGANOS

La alternativa para generar órganos es el xenotrasplante. Consiste en modificar los órganos de una especie para adecuarlos a otra . El peligro está en la incompatibilidad inmunológica y en que los cerdos poseen virus en su ADN. Sin embargo, estos patógenos ya se han desactivado por edición genética.

En 2017, en un laboratorio de Boston nacieron 15 cerdos clonados sin virus. Los cerdos «siguen vivos y libres de virus», confirma Marc Güell, jefe del Grupo de Biología Sintética Traslacional de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y codirector del estudio de la empresa biotecnológica estadounidense eGenesis junto a George Church, el famoso genetista que ensambló genes del extinto mamut lanudo en células de elefante asiático. Con los xenotrasplantes, los científicos buscan la compatibilidad inmunológica y de coagulación sanguínea entre especies. Los órganos de cerdos modificados genéticamente ya se usan con éxito en primates «para comprobar su seguridad y eficacia», explica Güell.

Los cerdos se «humanizan» mediante ingeniería genética para después producir animales transgénicos en granjas. Algunos científicos consideran que esto «diluye» la separación biológica entre las especies. Para evitar el rechazo, los científicos prueban células reguladoras conocidas como Tregs. Otras líneas de investigación más avanzadas utilizan células madre humanas para generar islotes pancreáticos funcionales.

En la contrarreloj de las lista de espera de trasplantes, la medicina mantiene el dilema del bienestar animal, al convertir la existencia de quimeras en donantes involuntarios de órganos. Nuestras células también entran al laboratorio de Joseph Wright de Derby, donde se combina nuestro ADN con el de otros animales. ¿Corremos el riesgo del pájaro? «El alcance de estos experimentos no altera nuestra especie ni su genética, solo crea entidades que no encajan 'bien' dentro de las categorías que normalmente usamos», concluye Palacios.

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